FUTBOL BASE
Hace unos días estuvimos con unos amigos. Llamémosles Pedro y Elvira para mantener su anonimato pues él era director deportivo de una escuela de futbol base y es muy conocido en ese mundillo. Después de más diez años desempeñando el cargo, Pedro ha decidido poner punto y final debido a que su memoria acumula demasiados "espectáculos" desagradables.
Pedro es un aficionado al futbol en todas sus facetas. Bien lo sabe Elvira, que desde que lo conoció lo ha sufrido. Jugó durante muchos años a nivel aficionado, jocosamente dice: "fue un error rechazar tantas ofertas", luego hizo algunos pinitos como entrenador, para finalmente coger la dirección deportiva ya citada. Amén de tener el pase del Valencia desde toda la vida (no recuerda la primera vez que fue a Mestalla).
Dado su historial futbolístico, le preguntamos a qué se debía su decisión de abandonar el futbol base. Su respuesta fue que estaba cansado de ver a niños con representantes, a padres enojados continuamente porque su hijo no jugaba o no estaba en el equipo adecuado, de que el árbitro muchas veces tiene la culpa de que un equipo pierda.
Y, lo peor de todo, son tres cosas, la primera que no puedas obligar a un padre o a una madre a que no se acerque a menos de tres kilómetros de distancia del campo de futbol o entrenamiento. La segunda, no mentar a los padres que su hijo en la "puñetera vida" llegará ni a jugar en Tercera División. La tercera es, que antes de apuntar al niño, los padres deberían preguntarse y responderse por qué lo apuntan. La típica respuesta de para hacer deporte se ha vuelto demasiado simple.
Luego afirma: "no sé qué me ha pasado, lo del futbol siempre ha sido igual, la diferencia es que ahora ya no lo puedo soportar." Cuando habló del porqué lo había dejado, su aspecto se volvía cansado, su mirada se perdía en el infinito y su voz transmitía tristeza. Es evidente, que para Pedro ha sido una liberación abandonar todo ese ambiente que cada vez lo veía más degradado.
Elvira llegó a concluir respecto de los padres, que no deberíamos entrometernos en el trabajo del entrenador -muchas veces juzgamos el trabajo de los demás sin atrevernos a juzgar el nuestro-. Tampoco, echar las culpas al árbitro -es típico en la mayoría de nosotros echar las culpas a los demás-. Y, por último, no pedir a nuestros hijos cosas que no pueden o están capacitados para hacer, únicamente porque no son perfectos y nosotros tampoco seríamos capaces de hacerlas.
Después de todo, si al niño/niña de verdad le gusta el futbol, hay que dejar que disfrute él, pensando que le puede venir bien la disciplina, acompañada de algún rato de banquillo, y de las derrotas porque todos sabemos que no siempre se gana, aprender a encajar una derrota con entereza te hace crecer como persona.
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