APRENDER A ESCUCHAR.

Estuve en una reunión en la que una persona le dijo a la otra que no la escuchaba (la cortaba constantemente y hacia suposiciones sobre el asunto sin llegar a conocer la realidad de la pregunta) y así era imposible obtener una respuesta coherente. Sabemos que no es lo mismo oír que escuchar. Escuchar es PRESTAR ATENCION a lo que se oye. La pregunta es ¿sabemos/queremos escuchar? Estoy convencido que muchas veces no.

Pensemos, si en una conversación o cuando nos hacen una pregunta, realmente estamos escuchando todo el planteamiento sin interrumpirlo y, lo que es más importante, tratamos de entender correctamente lo que nos están diciendo. Si al hablante lo hemos dejado expresarse y hemos entendido su exposición tenemos los argumentos para dar la respuesta adecuada de la forma más objetiva posible.

Muchas veces, inconscientemente o por impaciencia, damos una contestación precipitada y subjetiva porque no esperamos a que nuestro interlocutor acabe su explicación. En estos casos, la respuesta se basa más en una experiencia o situación que hemos vivido a nivel personal que en la realidad de la pregunta formulada. 

A todos nos gusta más hablar que escuchar. Planteémonos si somos varios y todos hablamos sin escuchar en qué se puede convertir el evento. A menudo, algunas personas aprovechan su status para buscar el protagonismo en una reunión. Se debe desconfiar de estas gentes que actúan apoderadas por su situación, pues normalmente serán egoístas y esperan asentimiento del resto sin aportarles nada interesante.

En otros casos, siempre hay personas que toman las riendas en reuniones informales buscando acaparar notoriedad. Saber escuchar y hablar cuando toca es muy necesario porque todas las personas tenemos algo importante que decir. Dejar que cada cual exprese sus opiniones supone un enriquecimiento común, soliendo sorprender gratamente las aportaciones de las personas que no son de hablar mucho. Conviene recordar que los seres humanos somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras.

Si de verdad queremos ayudar a la gente con la que compartimos momentos, lo primero es aprender a escuchar. Para ello, debemos instruirnos en prestar la máxima atención y tener la suficiente paciencia para que la persona a la cual tenemos delante se sienta segura y pueda expresar claramente sus ideas. ESCUCHAR, no oír, supone una señal de interés y respecto a lo que dice nuestro interlocutor. Y todo humano merece un respeto.

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