LA GRANDEZA SE DEMUESTRA EN LA DERROTA.
En estos días se están celebrando las Olimpiadas de Tokio 2020. Ha tenido un importante eco en los medios la actitud de Novak Djokovic en su derrota por el bronce al lanzar una raqueta al tercer anfiteatro de la grada (es cierto que no había gente) y el destrozo de otra contra el palo de la red. Asimismo, después del partido dejó Tokio, retirándose de la lucha por otra posible medalla en dobles mixtos abandonado a su compañera.
La eliminación y desaparición de la cita olímpica la justifica por una lesión. Ahora todo son suposiciones que si Rafael Nadal o Roger Federer no hubieran actuado así. Lo que viene a colación no es la comparación entre ellos sino la actitud de un Djokovic que no está al nivel del talento deportivo del, muy posiblemente, el mejor tenista de la Historia. Siendo el número uno no es el mejor ejemplo a seguir en cuanto a comportamiento. Además, estas reacciones se han producido de forma reiterada a lo largo de su carrera.
A nadie le gusta perder. La derrota generalmente se asocia al deportista, por lo que éste debe aprender a encajarlas de una manera cortés o por lo menos sin demostrar un comportamiento fuera de lugar. Lo peor de estas reacciones desmesuradas es que se trasladan a los niños que practican cualquier deporte y sin lugar a dudas las van a imitar.
La derrota está presente en todos los ámbitos de la vida. Cuando no logramos algo, lo habitual es sentirse contrariado. Hay que tener paciencia en los logros que no se consiguen a la primera. Si fallamos hay que detectar por donde viene el error y subsanarlo de cara al próximo intento. Para lograr una victoria en el ámbito que sea hay partir de la base que se necesita preparación, esfuerzo y práctica.
Una entrañable amiga siempre me recuerda que hay que desconfiar de las personas que no aceptan de buen gusto perder. Argumenta que ante la derrota nunca se debe estar satisfecho. Ahora bien, el no estar satisfecho no abandera para reacciones desmedidas en las que se pierde el control (todos lo hemos perdido alguna vez). Su principio es huir de las personas que convierten estas reacciones en una constante.
La grandeza se demuestra en la derrota. Aceptar el perder, el que no siempre se tiene razón, el no salirnos con la nuestra, suponen gestos de humildad e integridad personal. Cuando estamos frente a una persona que acepta con naturalidad las contrariedades hay que tener la certeza de que se está ante un buen compañero de viaje al que hay que cuidar. La citada amiga suele decir: "es GRATIFICANTE apostar por el buen perdedor".
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ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Sólo discrepo con lo de mejor tenista…Podrá ser muchas semanas número 1, podrá ganar muchos Grand Slams, pero le seguirá faltando clase, educación y humildad.
ResponderEliminarDicen los sabios que las derrotas deben ser oportunidades para crecer, para reconocer que hay algo que no se ha hecho bien y poder modificarlo en el siguiente intento. También, por qué no, para reconocer que los demás trabajan igualmente para mejorar y que debemos seguir esforzándonos si no queremos quedarnos atrás. Aceptar la derrota es asimilar nuestra condición humana, por lo que debemos reconocerla con elegancia. Ya lo dijo el general Máximo: "Lo que hagamos en la Tierra tendrá su eco en la eternidad". Totalmente de acuerdo, Sr. Camps. Por cierto, VIVA EL TIRAMISÚ!!! 🤪
ResponderEliminarMagnífico comentario !!!
ResponderEliminarEs difícil decir tanto y tan claro en esas pocas palabras. Acertadas palabras que, sin duda, merecen ser compartidas frente a un buen TIRAMISU.