MAESTRO DE LA VIDA.

En nuestras vidas hay personas que pasan y nos dejan una profunda huella. Las apreciamos en el alto grado. Estas personas disponen de algún sello distintivo que admiramos. Es como una especie de sabiduría natural y otros atributos relacionados con la vida que reconocemos a través de su forma de hablar y actuar transmitiendo conocimiento, serenidad y entereza. Tengo la suerte de conocer a una de estas personas desde que me alcanza la memoria.

Optimista a la vez realista. Ha afrontado la vida sin quejas, disfrutando ella, pero también siendo consciente que esta puede cambiar de la noche a la mañana y convertirse en dura y cruel. Se considera afortunado, dice: "hay muchas formas de vivir, yo he encontrado la mía". Cuando se vaya se perderán unos conocimientos inherentes a su persona que no se podrán transmitir porque los lleva de serie. Tiene la virtud de minimizar los problemas.

Está por los 90 años, en la última conversación, no hace mucho, estuvimos hablando largo y tendido. Tiene una salud delicada de un tiempo a esta parte y raramente habla de ello. Al despedirnos me sorprendió cuando me habló, muy brevemente, de que su vida ya consistía en esperar el final. Espero volver a verlo aunque sus palabras me sonaron a despedida. 

Esas palabras, intuitivamente llevaron a mi memoria a recopilar muchas de nuestras conversaciones. Siempre lo he admirado, disfruto hablando con él. Probablemente sea el ejemplo de lo que es la felicidad, palabra de complicada definición. Sé que nunca lo podré olvidar, me quedo con su entereza como persona y con lo que me ha enseñado.

Luchador, de pocas quejas y respetado por todos. Su palabra preferida es RESPETO. Como yo, mucha gente le ha pedido alguna vez consejo. Da su opinión y termina así: "es lo que yo haría, pero tú haz lo que creas conveniente". Suele sentenciar que: "no debes decir quién eres, ya lo dirán otros por ti y te conocerán por lo que diga la gente."

Siguiendo su teoría, la gente habla muy bien de él. Como dice una amiga es un maestro de la vida, de privilegiada clarividencia y camino definido. Los que le conocemos le llamamos Don Miguel en señal de respeto y admiración. Es un Don ganado día a día, un Don moral, un Don sabio, y no como el de otras personas, a las que se les llama don o doña por el cargo o posición que tienen.

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